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Mostrando entradas de 2014

Propósitos estúpidos en fechas estúpidas.

Me niego a ver como las arrugas sacuden teces que no tienen la culpa de que el tiempo actúe a su antojo. No quiero visualizar seres consumidos, y pensar que yo también me voy perdiendo con ellos en un camino sin retorno. Si la envidia llama a la puerta voy a impedir que corra hacia mi cabeza envenenada aunque reviente el timbre indignada. No soy libre, pido no ser controlada por culpas innecesarias que me hacen pagarla, y no con la cartera, que está llena de nada. La nada más absoluta. Vivimos en la nada, rotando alrededor de algo como un tiovivo, en una estancia llena de nada, sin vida. La nada, lo que uno preferiría sentir al ver a quién quiere bajo otras sábanas, en lugar de un amor desproporcionado que no tiene un final de película americana. Necesito mirar ojos limpios que no guarden secretos ocultos en sonrisas hipócritas. O tal vez suicidas. Purificarse es algo más que sufrir por dietas. O eso creo creer. Es ver todo con los ojos del sábado y con la sensatez de los martes. A

Enfermo de amor como diagnóstico.

No quiero quedarme olvidado  como los libros de lectura obligatoria, como las acomodadas habitaciones de invitados al no recibir visitas, como las noticias que dejaron de causar furor mediático tras dos semanas de éxito, o las loterías que no tocaron. Como la botella de ginebra  al conseguir emborracharme para que no seas tú  la figura que domine mis pensamientos, como las películas de vaqueros que mi abuela insistía en dejar cuando el cielo lloraba gotas insípidas, y los cromos y canicas que se intercambiaban en mis tiempos. Como los abrazos que no nos dimos y que serían el antídoto de mi desastre, lo que no te dije para evitar puñales como respuestas o lastimar un solo centímetro de tu cuerpo con el que me conformaría para recorrerlo  una y otra vez si la soledad aprieta, o la Luna quiere ser la reina de la noche dejándote a ti de lado. Como mis viajes por miles de camas hasta que encontré a mi Caperucita de cuento que eres tú la misma que me hace creer

Declaraciones en un parque.

-Me preguntaba si...quizá tú...tú querrías salir conmigo-titubeó con miedo a esperar la respuesta- es tu decisión. -¿Te has fijado en las bonitas vistas que se observan desde este banco de madera? ¿Te has cuestionado por qué en otoño las hojas se desprenden de sus hogares sin mirar hacia atrás? Tu mente está igual de desordenada que estas hojas repartidas por el suelo. Son un caos, ¿lo ves? Aún así me atrevería a gritar que es precioso. Noto tus mejillas sonrojadas como el color de éstas, mire o no a tus ojos con un azul más intenso que ese carrito de helados de la derecha. Me imagino tu desesperanza parecida a la de las familias de valientes soldados de guerra cuando no tienen noticias nuevas. Nos hallamos en una maravillosa guerra de árboles, Frank. Y noto como tu impaciencia da patadas a tu débil corazón que en ocasiones no te causa más que desmayos. ¿Sabes cuál es la respuesta ya? El joven impulsado por su conciencia no dudó en sonreír y ofrecerle un cálido beso.

Prisiones mentales.

Cegado, quiere huir y borrar cualquier huella...que dejase clavada en la arena de aquellos que le quieren, o más bien en sus almas transformadas en sepulturas de piedra... grises. Tan grises como su persona, que lo único lúcido era el brillo del espeso sol sobre sus rizos oscuros. Como dando cobijo a cada mechón, lo que no encontraba entre el gentío. Grisáceo y amargo...como las despedidas. La quería con locura, estaba preso en unas pupilas enrevesadas, fruto de insomnio, de pensarla, de penar pensando, o de pensar penas baratas. Que la amaba para algo más que dos cafés...solos, como su cuerpo en aquel acantilado tan alto. Para algo más que un cigarro matinal o cuatro besos mal dados. Todo loco se enamora de algo, se ancla a un alma, se olvida de multiplicar, mientras se multiplican los daños. Vacíos que querían hacer que la felicidad...cambiara de bando al del tormento. Y su corazón de papel al que los efectos de la mirada de ella, entre las sombras, producen roturas, peor que arroja

Mareas de vida.

Ojalá fuera fácil correr sin que las piernas se queden estancadas en mares de recuerdos. Andar tres pasos y que no sean todos en falso como la cantidad de promesas que se apilan en mi cabeza con poca coherencia, mientras me pregunto sobre su paradero. ¿Dónde estoy yo y mi certeza? Quizá no esté cuerda. Tal vez soy aquella que vive en sus trece y ya no cuenta ni con ángeles ni con demonios, sino guerreros pasivos que prefieren dormir a luchar, pero no bajan la guardia. Que si me quiero refugiar, me camuflo en palabras desconcertantes y así huyo de océanos y teorías del universo que quebran mi entendimiento.  Cuando me hundo, creo ahogarme. No sirve de nada intentar respirar si no hay aire. Es la sensación del bañista indefenso que está cansado de mover las extremidades sin coordinación para no tragar agua. Te falla la voz y ves como las masas te atrapan. Y chillas, esta vez sí. Liberas la granada que llevas albergada en lo más profundo. Se te aceleran las pulsaciones y observas barc

Pasajeros.

Hoy quiero ser algo. Es una frase vaga, con poca dedicación al escribirla, quizá. Pero a la vez lo es todo. Puedo concretar, algo para alguien. Ya he dado en la diana y no pienso borrarlo y huir corriendo a cualquier lugar de la casa. Esta vez no. Se acabó esconderse de espejos y miradas, de preguntas al esquivarlas, de lo lógico o idealizado, vaya o no peinada, suspire o no rotos, ande o no descalza. Aunque suela pasear mis defectos por la calle sin querer y me pase el tiempo escribiendo en desastrosas hojas, ordenadores y hasta en notas táctiles. Que mi corazón quiere ser pura poesía y mi cabeza, encontrar a alguien que me haga sentir poderosa como un verso. Conocer el lunar al que más cuesta llegar con la ruta de mi dedo por el paraje de su cuerpo. Saber que los jueves a las cuatro de la tarde se encuentra a un chaval con moto y a una joven de una floristería saludandose en una calle que ni conozco. No deseo que me regale flores. Quiero ver mil veces como achina los ojos al mentir y

Domingos descolocados

Nunca entenderé el por qué de gastar "te quieros" sin sentirlos en el fondo del pecho. Por qué. Por qué no se envían casi cartas. Por qué. Por qué pienso tanto y siento tan poco, hasta que la pasividad me inunda como un océano helado a un minúsculo niño que no sabe nadar. Por qué. Por qué nos pasamos las horas mirando las pantallas de los móviles en vez de contemplar el azul del cielo. O el gris. Por qué los días pasan como las golondrinas del poema Bécquer según la canción. No hay tiempo para nada, ¿dónde se han quedado las conversaciones en el metro con desconocidos? Y el por qué del vaivén de los trenes. Por qué rompemos el hielo en los ascensores hablando del azul del cielo, el cual no nos paramos a observar. Por qué. Por qué siempre recibo los mismos mensajes con una temática tan aburrida que asusta y aún así sigo atenta al maldito cacharro luminoso. Por qué. Por qué a veces es más fácil escapar a esperar a que nos propinen golpes, y no principalmente de suerte. Por qué.

Goteras.

Colocaos en fila. Llenad de palabras mi locura o dejadme vivir en mi inquebrantable nube en la que no existen enamorados amantes de puentes a los que arrojarse como plumas. Ni vasos medio llenos o medio vacíos. Vacíos como las cabezas sin memoria. Memoria que vuela como aves que emigran para no volver a su destino. Llenad de palabras lo oscuro. Que los silencios suenen melodiosos. Llenadme de algo, aunque sea indescifrable como un papiro rasgado. Rasgadme. Que se aviven los sentimientos, sean o no como el aroma de las rosas. Prefiero sentir a decantarme por héroes. Venid, y, y sino evitad desandar el camino que me habéis dedicado.

Amores entre líneas.

Me encantaría ser un poeta escondido entre papeles y más papeles que le incitan a que coja una pluma y escriba a su chica. Un poeta que piensa que las palabras superan las apariencias y no va a dejar de jugar con rimas hasta saciarse. Que quiere hacerla volar para que toque el cielo sin ni siquiera rozarla. Que sea inevitable que no se enjuague la lágrima tonta con su fino dedo al saber que hasta el mayor de sus defectos-describe el poeta con mirada golosa-la completan. Y enviarle cartas los sábados llenas de puro sentimiento, pero que escriba por y para ella. Que los ojos de la estimada muchacha se aviven y brillen como luces navideñas al leer un ‘te quiero’ transformado en metáfora. Que el filo de sus labios deje entrever sus dientes blancos como perlas y… y que se fije en él un frío día de noviembre. Se acerque y le abrace. Que pueda presumir de ella por la calle aún con los ligeros deslices de su vestido. Y susurrarle al oído sintiendo su aliento cálido que ella y solo ella es y s

Dolores de cabeza

Somos marionetas de trapo que respiramos y demostramos una exacerbada necesidad de exteriorizar sentimientos que no van a parar a ningún lado. Si al fin y al cabo las palabras se las lleva el viento, aunque se queden grabadas en la mente como cicatrices que mágicamente sangran. Porque por decir, puedo soltar lo que me plazca. ¿Y nosotros? También nos vamos con el viento. Como si fuéramos figuras de compleja papiroflexia. Los días transcurren sin descansar ni un solo instante, queriendo correr para llegar a una meta indefinida. Porque hasta el tiempo es inmaterial como las estaciones. Maldito calor el de agosto. Cuando te paras a pensar en todo aquello que no ves te toman por loco. Ya te lo dijo la muchacha del vestido estampado.-No pienses y disfruta de la vida-. ‘No pienses’, que vaga suposición. Todo dentro de mí me obliga a congelar el tiempo y a observar hasta el primer brote coloreado que anuncia la primavera. Y es de tontos buscar respuestas a cuestiones con poco sentido. Un dí

Tiritas de dinosaurios

Solemos colocar el corazón ante la mirada curiosa del resto, cómo si se estuviera exhibiendo, y resulta tan fácil que lo destrocen sin piedad. Aún notas como estalla en silencio, los pedazos se caen. Uno a uno. Aprovechando cada milésima de segundo. Y no encuentras a nadie que te regale una mísera tirita.  Buscas en Internet con desamparo, sabiendo que un estúpido teclado no hace maravillas. Tampoco hay servicios de corazones rotos. Ni sistemas que cubran daños. ¡Qué tontería!  -Suerte que aún existe la pizza y la zona de chocolates de los supermercados-dibujas una leve sonrisa hasta que el rostro inexpresivo vuelve a apoderarse de tu tez blanca. ¡Ojalá se pudieran aniquilar los sentimientos!  Y se acordó de ese mensaje que recibió un día cualquiera en un mes poco importante: ''soy como un mar.'' Sí, efectivamente ella también era como un mar, a veces se mantenía en calma y otras se revolucionaba y mostraba sus aguas bravas. Los bañistas entran y salen, pocos se quedan.

Palabrería

Naces y chillas tan fuerte que tu propio lamento inunda la habitación. Te observan con una mezcla de admiración y felicidad intensa y se turnan para cogerte en brazos. Una vida más, el inicio de una vela. Todos y cada uno de nosotros somos como velas amarillentas que se consumen desde el minuto cero; hasta que la llama termina con su absurdo ciclo vital. Indago en el tema con poca madurez, quizá me quiero creer que no somos simples seres con una vida en la que el final se encuentra programado. Me imagino que la vela está sincronizada con el órgano que bombea incesantemente sangre a un lado y a otro. Si el miembro clave de nuestra entraña se rinde, abandonamos rápidamente el acomodado hogar de los mortales, pero no sus mentes. Y adiós a la vela. Se despiden de ti y suena tu canción preferida. Escuchas con una sonrisa tonta cada acorde del piano y la voz de la cantante se apodera de tu mente. Se creen que porque tu vela ha desistido, no estás vivo. Pero se equivocan.  F

Imaginarte a oscuras

Déjame llevarte conmigo. No pido más. Es innecesario un exceso de equipaje. Seremos trotamundos que vagan incansables. Ven, ¿a qué esperas? Abandonaremos nuestra bulliciosa provincia para adentrarnos con sosiego en hermosas ciudades y pueblos; llenos de turistas dispuestos a conocer el lugar, a degustar platos tradicionales o a pasar un tiempo de descanso por los alrededores. Y que mejor que ver la poesía que tienen tus ojos verdes mientras tanto; en los que me pierdo sin la mínima intención de encontrarme. Conocerás la forma de vida de tribus que se asientan en las más recónditas selvas. Si hace falta coloco el Everest a tus pies. Vagar entre tus curvas, que puedas conocer la hilera completa de sentimientos hacia ti sin tener que callarme. Surcaremos océanos, pasaremos las noches en playas paradisíacas de aguas cristalinas. La ilusión de mi vida, créeme. Hacerte feliz y jugar a perdernos y a volvernos a encontrar. Que tu risa llene este vacío infernal que grita tu nombre. Necesi

Aclaraciones inconexas

Palabras. Uniones de letras con un supuesto significado, pero que son capaces de no transmitir nada. Tan llenas o tan vacías como simples botellas de agua. Palabras bellas como una melodía que atrapa, que conquistan almas. Gente que entabla conversación en una estación anticuada; al preguntar la hora o expresando con palabras lo bonito que se encuentra el cielo esa tarde. Aquellas que no se rebajan. Ánimos, ¿en palabras? Dudas constantes encerradas en sílabas. Lo irónico y lo realista. Dichas en cualquier lugar y tiempo. Palabras en susurros tímidos por miedo a ser escuchadas. O expectantes como cualquier niño al despertarse un seis de enero para ver sus regalos al pie del árbol. Las que narran o resultan tan objetivas como las del telediario de las tres. Palabras insultantes o vengativas, esas que traspasan a cualquiera, que taladran como si de un arma se tratase. Lo anunciado y que es albergado por el aire, ya que no se obtiene una mínima respuesta, ni siquiera con la cabeza en mo