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Mostrando entradas de diciembre, 2014

Propósitos estúpidos en fechas estúpidas.

Me niego a ver como las arrugas sacuden teces que no tienen la culpa de que el tiempo actúe a su antojo. No quiero visualizar seres consumidos, y pensar que yo también me voy perdiendo con ellos en un camino sin retorno. Si la envidia llama a la puerta voy a impedir que corra hacia mi cabeza envenenada aunque reviente el timbre indignada. No soy libre, pido no ser controlada por culpas innecesarias que me hacen pagarla, y no con la cartera, que está llena de nada. La nada más absoluta. Vivimos en la nada, rotando alrededor de algo como un tiovivo, en una estancia llena de nada, sin vida. La nada, lo que uno preferiría sentir al ver a quién quiere bajo otras sábanas, en lugar de un amor desproporcionado que no tiene un final de película americana. Necesito mirar ojos limpios que no guarden secretos ocultos en sonrisas hipócritas. O tal vez suicidas. Purificarse es algo más que sufrir por dietas. O eso creo creer. Es ver todo con los ojos del sábado y con la sensatez de los martes. A

Enfermo de amor como diagnóstico.

No quiero quedarme olvidado  como los libros de lectura obligatoria, como las acomodadas habitaciones de invitados al no recibir visitas, como las noticias que dejaron de causar furor mediático tras dos semanas de éxito, o las loterías que no tocaron. Como la botella de ginebra  al conseguir emborracharme para que no seas tú  la figura que domine mis pensamientos, como las películas de vaqueros que mi abuela insistía en dejar cuando el cielo lloraba gotas insípidas, y los cromos y canicas que se intercambiaban en mis tiempos. Como los abrazos que no nos dimos y que serían el antídoto de mi desastre, lo que no te dije para evitar puñales como respuestas o lastimar un solo centímetro de tu cuerpo con el que me conformaría para recorrerlo  una y otra vez si la soledad aprieta, o la Luna quiere ser la reina de la noche dejándote a ti de lado. Como mis viajes por miles de camas hasta que encontré a mi Caperucita de cuento que eres tú la misma que me hace creer