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Mostrando entradas de junio, 2015

Adiós.

Aborrezco esas despedidas sin tiempo para decir algo más que un "hasta luego". Cuatro sílabas que acaban significando un punto y final, tiran el tiempo invertido por la borda y esconden las manos. Colocan el amor caducado en un paréntesis que no se deshace ni a golpes. No te devuelven lo vivido. Matizo; te roban lo vivido y elaboran esculturas de recuerdos. Da igual que tengas agallas suficientes cómo para sermonear al cielo. O que rabies porque echas en falta abrazos pasados sin que los ahogue el destino en una bañera. Podemos arrancar flores, quemar papeles de colores, reventar cristales y echar un duelo a lo que deseas que sea y no es. Lo que cuesta es ganar.

Líos multiplicativos.

Quiero acariciarte el pelo mientras te digo que la vida podría ser menos puta si mi cuerpo roza el tuyo. Desgastarte la piel y los miedos. Que los zarandeos me permitan hacer una instantánea rápida de Pisa en tu cama. Anidar en tu pecho como un pájaro indefenso al que se le renuevan las alas con el traqueteo de tus latidos. Frío en la calle, nuestro empeño en una mágica combustión. Tirar la manta por la ventana y ver en bragas cómo se luce la Luna esa noche. O más bien, cómo lo intenta. Su brillo triplicado no supera tu figura despeinada impregnada de sudor. Ni cuadriplicado ni quintuplicado ni sextuplicado. Y no sé cómo es con el número siete.                 Aún así,                               hazte a la idea.

Matrioskas.

"Odian la flecha sin cuerpo, el pañuelo exacto de la despedida."- Federico García Lorca . Es una ciudad vacía con cientos de ojos que miran. No es de mi gusto. Prosigo. Una ciudad cálidamente oscura y oscuramente cálida. Te piden mientras rebanan. Comparten; idolatrando su tendencia al engaño. Ofrecen chollos con marketing agresivo, y lujos, no sin su pago a plazos. De contoneos de víboras y ruidos de tacones de fiesta en el asfalto. Son usuales los jóvenes deportistas que buscan chismes en sus bolsas sacando la lengua. De parques oscuros con ochentonas cotillas. Contenedores con olor a flores muertas y muertos de hambre buscando en la basura. Una ciudad con cortinas de marinero y terrazas encarceladas. Banderas al viento y un incesante capitalismo manchando de necesidad lo innecesario. Sin cirujanos que trasplanten nuevos y airados biorritmos. ¡Que no falten los soldados marchitos alineados en filas antes de que desemboque la contienda! Árboles con troncos v

Esto no es un manual de supervivencia.

Noches cerradas de estrellas curiosas farolas apagadas ruido omitido. Noches de querer más de la cuenta analgésicos baratos cigarros vacíos y hondos vasos. Noches cerradas sin preludios de besos y muelles de cama. Noches de redactar sumar cargas y atar lastres a mi tobillo izquierdo. Noches de llorar dulce de no colorear galaxias en espaldas ajenas con el dedo acusatorio. Noches cerradas de no querer guarro compartir vigilias o saltarte todas las misas de los domingos. Noches en las que no se corona un clímax ni sientes como la adrenalina de querer añicos hace los tangas de encaje. Noches de soledad plena con la melancolía insertada en la medianoche y sus brujas. Ya sabes, de analgésicos, cigarros, vasos y todas esas vainas           (y sin).            Sin no sé. La noche, la latosa noche cerrada se abre como una carpa, y miro, agudizo los ojos canela, los pego a la ventana, busco vida en la oscuridad. Extremos. Que poder creo tener de repente para