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Mostrando entradas de 2016

Intimismo

"a vosotros pecadores como yo, que me avergüenzo de los palos que no me han dado, señoritos de nacimiento por mala conciencia escritores de poesía social."- Jaime Gil de Biedma. Cuando me necesito no estoy. Cierro el corazón y me arropo con mi desnudez. No opto por acariciar a la fiera que me araña con una sonrisa de mentirijilla. No hago las paces con mi áspero antagonismo porque creo que no soy yo la que me duelo. Pues he de aclarar que: sí, soy yo, yo me duelo. Por mucho que cueste hacerse a la idea. Descanso en mí misma como si fuese esa vieja amiga que nunca te traiciona mientras me excuso hasta por respirar. "Oye mira que...nada." Me acaricio la piel fresca como si no me hubiese querido mal. Como si mis dedos no fuesen cómplices de auto-estropicios. Y lo siento pero los hundo en mi tersa blancura como intentando disculparme con gesto de madre. "Oye que..." En ocasiones me encuentro en el espejo y María y su proyección parecen distintos cue

La tontería de las 23:09

Ansío tanto la paz de la montaña como Alberti el mar. Las prisas de Madrid atropellan a cualquiera. No nos dejan respirar. Dispones de cinco y quince y cien bocanadas de aire puro si vas al norte. En estaciones de tren solo veo cuerpos agotados con biorritmos mecanizados. Es todo tan rítmico e insano que, a veces, me asusto. El autobús, quizás, decida que llegues tarde. Claro, las horas se pierden con el aliento entrecortado de la carrera que te pegas porque es tarde, tardísimo. Las ojeras se coleccionan como los cromos en caras que parecen muertas. Qué calor de humanidad pegado a mi jersey, qué ventisca nos sacude en plena calle. Regresadme. Devolvedme al norte, aunque no sea mi hogar; a falta de poder pernoctar a unos brazos de mujer. Hacedme volver ahora que nadie me estrecha con calidez. Ahora que estoy sola y nadie se enamora de mi escala acromática.

Aclaro que quiero en exceso

Nadie me versa ni me besa ni me recita absolutamente nada. No me separo de mis libros de poesía porque me dan la vida que otros me quitan a golpes. Hace tiempo que no espero que me quieran a lo grande. No se dejan la piel por mí y la mía está hecha tiras. No me vale, no, no vale. Considero que los sentimientos han de ser como fuego a veces. Querer es sufrir un poco. Nunca he sabido querer sin excesos. Se me va la vida queriendo (en lo que tardo en coger aire, encarcelarlo y devolverlo al cuarto). Aún sigo esperando que Beatriz me lea en voz alta con la marea igual de alta de Murcia. (Hablaría del trasiego de las olas bravas y espumosas de fondo pero es algo casi inexistente en esos lares.) Escribo como si delirase; las palabras no encuentran ningún obstáculo para saltar del habitáculo de mi revuelta cabeza al papel. No las paro. No tengo fuerzas. Me compadezco de Lorca cuando dice "¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!". Es verdad, cuesta una tristez

A mí

De vez en cuando la soledad se posa en mí y trata de acicalarme. Colgándose de mis orejas, por ejemplo. Enredándose en mis horizontales curvas para que parezcan voluptuosas. Enredándose en mis ojos con un brillo opaco. De vez en cuando la soledad se posa en mí y trata de acicalarme. Y el resultado es una palidez de fantasma y unas ojeras huecas. Es una dama boba e infantil. Vive de contradicciones, de improbables, de imposibles. Camina por un sendero de carteles invertidos y señales inventadas. Y, en cierta parte, me identifico. Trata de poseerme como si yo fuese ese maldito territorio sin conquistar. Como si yo estuviese subordinada a ella. Como si yo fuese esa piedra inerte que no se queja cuando la ahogas en un río. Me canta como las sirenas cantan a los marineros malolientes y agotados. Me canta y no siempre caigo. Hasta que las paredes se zambullen en mí y no me da tiempo a protegerme de mis miedos. El resultado es una palidez de fantasma y unas ojeras huecas y cuando me mir

Si decides marcharte

"moi je t'offrirai des perles de pluie venues de pays où il ne pleut pas//yo te ofreceré perlas de lluvia llegadas del país donde no llueve."-Jacques Brel. Si algún día decides marcharte, sé concisa. No te enamores de conjeturas módicas. Simple y llanamente pon tu mirada de alerta en mis pupilas caramelo. Acto seguido, pronuncia todo lo que no me gusta ni un pelo imaginar. Me desarmaré, seguro, y te pediré ochenta justificaciones. Más que aclarar, pretendo que calmen, en vano, mi agitada marea. Todas esas idas y venidas de ideas furiosas que creas de forma tan tristemente sencilla. No sé si esto es un escrito o un manual de instrucciones de pacotilla. Si recapacito un poco, te comprendo. Si te imagino es libre, solo libre. ¿Lo captas? No te obligo a quedarte conmigo, te obligo a que nadie te corte a navajazos el vuelo. Hay tanto cielo que aún no conoces  que no puede congelarte el miedo a las alturas. Y cuando digo que no conoces, significa que no tenemos ni idea, así

El verde es oscuro.

Si no te van a estallar hasta los ventrículos de tanto quererme, no quiero que me quieras. Para eso yo ya sola me quiero. A medias, claro. Con esa especie de puntería distorsionada que nunca te permite acertar.   Y, aún así, lo intentas. Me frustra no poder describir la lentitud con la que el curso de las cosas está arrasando cualquier resquicio de luz con vistas a un futuro placentero (que hace tiempo que evito con todas mis fuerzas). Tengo miedo. Mis pies se convierten en esas raíces que van a parar al suelo y acidifican el terreno. Nacen hojas por mis piernas; se eleva esa prometedora enredadera que el jardinero mira con júbilo atragantándose con su vano mérito. Se retuerce por mis caderas con una fuerza atroz, la respiración se atrinchera en mis pulmones, mi frágil piel se viste de morado. Me doy cuenta de que cada vez estoy más verde y más anclada en algo que detesto. Recibo numerosos estímulos exteriores que me desagradan de sobremanera. Quiero huir, decido huir, me ahogo, no

A ti, mi fiera

Sus brazos son frágiles llamadas de emergencia. Son esa especie de susurros amordazados que luchan por pasar desapercibidos. Lo supe cuando me asomé por el extremo izquierdo de su cama y se abalanzó como si yo tuviese la cura de todo. No solo eso, como si yo pudiese erradicar hasta el hambre. Me detengo en sus dedos. En esas rebeldes melodías que salen de sus dedos. De observarle frente al atril sintiendo un poco la vida. Sus ojos son candelabros atestados de decepción y cierta pasión asomando. Yo le miro y él me copia. Nos reímos para llenar la vacía estancia de algo más que frases monótonas y alguna mala contestación. Su pelo reluce como el oro. Cuando se lo embadurna de champú porque la pereza no le ha robado su propio papel de actor tirillas. Ya me entiendes. Bueno no, quizás no comprendas absolutamente nada. Puede que ni leas tales palabras. Su sonrisilla brota sola a veces. Le hace sombra al fuego, al mar, al aire... Me angustia que su cuerpo sea una falsa inocencia; que

Prisas

Ayer la lluvia invadió con violencia las calles de Madrid. Hoy he conseguido otear alguna que otra gota y he sacado de la manga un verdusco paraguas sin gracia. A mí, sin embargo, me invade el nerviosismo con la misma violencia con la que la borrasca se abría paso entre las aceras. Soy inercia o un saco de nervios tan desaliñado que quemo. No, no dejéis que la pasividad os atropelle. No confiéis en su mirada pura e inocente. A fin de cuentas es una víbora (y yo el blanco más fácil del siglo). Escribir es palparte los boquetes con el dedo índice y escupir el tormento. En mi caso, claro. Es salvavidas, pozo y tachones. No pretendo nada. Son las palabras las que me buscan mientras yo intento concentrarme en mi maraña de quehaceres. Y siempre, siempre ganan. Chillan en mi tímpano que desean ser plasmadas; yo las lanzo contra el papel sin apenas pensar. Lo recalco. No lo busco. Surge. Hablo de la misma química que nace entre los dos típicos enamorados que se topan por primera vez

Suerte y daños colaterales

Pequeña, has amortiguado cada una de mis agrias caídas. Me dijiste con ojos de madre que todo pasaba, que no te ibas a ir. Has visto valentía en unas cuencas vacías. Te has amarrado a mis huesos rotos. Has encontrado un tesoro dentro de una silueta sin fondo. Aún no me sé tu truco. ¿Por qué ignoraste los daños colaterales? Entablar amistad con un campo de minas resulta peligroso. Me quieres. Hago cómo que no me lo creo y mi cabeza vuela como si no existiesen lastres. Me lo repites. Agregas muchas más cosas. Me encanta oírlas. Asiento por inercia. Te digo que te quiero. Se nos va la vida entre cervezas baratas. Dime que a pesar de la fugacidad de las cosas vas a parar el tiempo. No quiero que los años asolen nuestra magia, que todo se convierta en un intento vano de algo. Podemos. Siempre he creído en tus poderes. Más que en tus poderes, he creído en ti. En ocasiones te he obligado a ser la heroína que no podía ni con su capa. Mientras que yo era la loca que chillaba en un balcón in
"Solo me queda la ceniza. Nada. Absuelto de las máscaras que he sido, seré en la muerte mi total olvido."-Jorge Luis Borges. El escandaloso viento te paraliza el cuello. Rebates el uso de guantes y tus nudillos lloran sangre seca. El pelo se descoloca con rebeldía de su sitio. Te hundes en una monotonía trastornada, tangible y abrumadora. Existencia superflua. Cutre contingencia. Levantas una montaña de libretas estampadas y vírgenes. No encuentras un signo, una señal, tampoco un libro que te cautive. Se acumulan antologías de poemas sueltos. Libros de posguerra olvidados, angustiosos, solitarios. Solitaria de ti. Qué bien se te da deslizarte entre las sábanas con los ojos cerrados y las venas marcadas. Qué bien se te da buscar en sitios que no albergan absolutamente nada. Eres indómita. No eres la lolita de papel de nadie. Escribes por impulso. No buscas concordancia. Ni sentimiento. Ni sentido. No buscas nada. La vida es la marea que arrastra todo lo que un día creíste

Estupidez

Como el perro que mira al dueño esperando una respuesta. Como el dueño que troncha el interruptor de la luz, y es aún más miserable que el perro. Como el sueño cuando gobierna las habilidades. Como la necesidad constante de que me vistan de amor propio. Manifestaciones, comida desperdiciada, egoísmo, miedo, país oxidado. El poco arriesgar y hablar de más. Llenar el aire de banalidades para evitar que el silencio suene a estruendo. Confesarse, desmantelar tu coraza y escupir debilidades, y alguna víscera, en manos ajenas. Bailes, goce necesario, faldas cortas, bares repletos, éxtasis muerto. Que te digan que eres genial, maravillosa, fantástica. Que prometan hasta la saciedad, dejando a la puerta sin llaves. Otra despedida. Espera, que me caliento otro café y hago como que me importa. Relojes, prisas, política, modas, porros. Concienciarse de que si, por un casual, eres añicos, nadie sabrá incubar de ganas tu frío. Rutina que carcome. Miradas desinteresadas, malvados murmul

(...)

Supuestamente naces, creces, te reproduces y mueres. Creo, sin embargo, que naces, matas el rato, los complejos te ahorcan y el tiempo te hace polvo. No naces para corregir todos tus defectos. No naces para ser un ejemplo (o para ser cómo a otros se les antoja). No naces para torturar cada parte de tu cuerpo. Naces para intentar ser. ¿Me oyes? El canal me vacila. El reto está servido. Que comience la batalla de respirar. Cómo solo te dediques a repartir tu munición, y no la uses, estás muerta. Aún no lo sabías. Qué buena eras. Qué bien saben aplastar la inocencia mientras clavan los dientes. Los miedos son los primeros en coger las velitas de cada uno de tus entierros. Te mueres cada dos por tres. Necesitas reiniciarte lento, pequeña. Tan lento como las margaritas se deshojan solas. /Hago un inciso./ Si es un fulano que dice que me querrá hasta que el ramo de flores se marchite en mis manos, y una es de plástico... Dile que se vaya. No quiero flores. Quiero que los miedos

Bloqueo

La que baila mal en los bares y no vende sus ganas a cualquiera. Yo. Soy la melancolía de un pañuelo de despedidas y potencia en los ventrículos. ¿Quién sino? La pereza de los lunes y el dolor de pies de los sábados. Soy hiato y prosa mala. Ma-rí-a. Encantadora y perdona-vidas según mi padre. Maremoto de palabras varias.  Vorágine. ¿Tiempo al tiempo? Que le jodan a eso. Los minutos se me escapan como el agua entre los dedos. Me niego a cederle más leña al fuego. Total, nos acabamos quemando. Solo queda tantear en vagos cuerpos algo que no existe. Solo queda intentar (ser) en brazos agarrotados de deseo. Solo queda dejarme caer en las esquinas. Llenar los vasos un poquito más de la cuenta. Ponerme el carmín más rojo. Masticar los chicles a deshora. Esquivar como una víbora. Decir que soy mía y no de nadie. Pero que solo con un cuerpo haría una sinfonía (desafinada). Ya está la angustia llamando a la puerta. El desamparo inunda con egoísmo todo mi cuerpo. Poseer no es la p