Ir al contenido principal

Si decides marcharte

"moi je t'offrirai des perles de pluie venues de pays où il ne pleut pas//yo te ofreceré perlas de lluvia llegadas del país donde no llueve."-Jacques Brel.

Si algún día decides marcharte, sé concisa. No te enamores de conjeturas módicas. Simple y llanamente pon tu mirada de alerta en mis pupilas caramelo. Acto seguido, pronuncia todo lo que no me gusta ni un pelo imaginar.
Me desarmaré, seguro, y te pediré ochenta justificaciones. Más que aclarar, pretendo que calmen, en vano, mi agitada marea. Todas esas idas y venidas de ideas furiosas que creas de forma tan tristemente sencilla.

No sé si esto es un escrito o un manual de instrucciones de pacotilla.

Si recapacito un poco, te comprendo. Si te imagino es libre, solo libre. ¿Lo captas? No te obligo a quedarte conmigo, te obligo a que nadie te corte a navajazos el vuelo. Hay tanto cielo que aún no conoces  que no puede congelarte el miedo a las alturas. Y cuando digo que no conoces, significa que no tenemos ni idea, así, en plural. Nunca hemos excedido los límites del firmamento que nos imponen y es algo que odio.

Sería una pena que enjaulasen tus ganas. Necesito verte en la lejanía del paisaje aunque ya no me eches en falta. Quiero comprobar que, por una vez, me has hecho caso.

Dibuja un idealizado punto y final a nuestra relación sin cuajar si eso te reconforta. No soy tan bruja como para evitarlo.

Si ya está todo dicho, puntualizo: si ya hemos intercambiado todas las palabras posibles, trazalo.
Podría inventarme un nuevo lenguaje que solo tú y yo entendamos. No quiero que la monotonía nuestra y desdichada se anude a tu cuello y te duela. Mi dedo se perderá entonces por tu tersa piel intentando reparar daños. Como siempre. Y me sentiré la mar de culpable, como siempre.

No voy a atarte. No voy a poseerte. Ni tampoco voy a tener envidia cuando se pierdan en tus ojos (mejor de lo que mi dedo se hundía) con caras de tontos.

Si algún día decides marcharte, sé concisa. No te vayas por las ramas como yo cada vez que intento ponerme seria. Simple y llanamente te quiero, aún si estás exenta de mí.

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Paradoja"

quiero hablar a todos de ti que tu nombre haga suyo el espacio y sepan entonces quién es esa mujer magnética y sencilla que a veces habita mi cuerpo. y también tengo la urgencia de ocultarlo todo con egoísmo y torpeza permitiendo acaso el susurro quedo de las letras por las que te llaman en un vago intento de que sepan que tu sendero sacudió el mío circunstancialmente y así el aire no contamina tu imagen de puro óxido y las palabras, siempre huecas y mundanas, no se equivocan al plasmar la esencia de la creación: sin dios ni leyes ni intérpretes ni visitas   levantándose a nuestro alrededor colosal.

Aclaro que quiero en exceso

Nadie me versa ni me besa ni me recita absolutamente nada. No me separo de mis libros de poesía porque me dan la vida que otros me quitan a golpes. Hace tiempo que no espero que me quieran a lo grande. No se dejan la piel por mí y la mía está hecha tiras. No me vale, no, no vale. Considero que los sentimientos han de ser como fuego a veces. Querer es sufrir un poco. Nunca he sabido querer sin excesos. Se me va la vida queriendo (en lo que tardo en coger aire, encarcelarlo y devolverlo al cuarto). Aún sigo esperando que Beatriz me lea en voz alta con la marea igual de alta de Murcia. (Hablaría del trasiego de las olas bravas y espumosas de fondo pero es algo casi inexistente en esos lares.) Escribo como si delirase; las palabras no encuentran ningún obstáculo para saltar del habitáculo de mi revuelta cabeza al papel. No las paro. No tengo fuerzas. Me compadezco de Lorca cuando dice "¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!". Es verdad, cuesta una tristez

El verde es oscuro.

Si no te van a estallar hasta los ventrículos de tanto quererme, no quiero que me quieras. Para eso yo ya sola me quiero. A medias, claro. Con esa especie de puntería distorsionada que nunca te permite acertar.   Y, aún así, lo intentas. Me frustra no poder describir la lentitud con la que el curso de las cosas está arrasando cualquier resquicio de luz con vistas a un futuro placentero (que hace tiempo que evito con todas mis fuerzas). Tengo miedo. Mis pies se convierten en esas raíces que van a parar al suelo y acidifican el terreno. Nacen hojas por mis piernas; se eleva esa prometedora enredadera que el jardinero mira con júbilo atragantándose con su vano mérito. Se retuerce por mis caderas con una fuerza atroz, la respiración se atrinchera en mis pulmones, mi frágil piel se viste de morado. Me doy cuenta de que cada vez estoy más verde y más anclada en algo que detesto. Recibo numerosos estímulos exteriores que me desagradan de sobremanera. Quiero huir, decido huir, me ahogo, no