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Intimismo

"a vosotros pecadores
como yo, que me avergüenzo
de los palos que no me han dado,
señoritos de nacimiento
por mala conciencia escritores
de poesía social."- Jaime Gil de Biedma.

Cuando me necesito no estoy. Cierro el corazón y me arropo con mi desnudez. No opto por acariciar a la fiera que me araña con una sonrisa de mentirijilla. No hago las paces con mi áspero antagonismo porque creo que no soy yo la que me duelo.

Pues he de aclarar que: sí, soy yo, yo me duelo. Por mucho que cueste hacerse a la idea.

Descanso en mí misma como si fuese esa vieja amiga que nunca te traiciona mientras me excuso hasta por respirar. "Oye mira que...nada."

Me acaricio la piel fresca como si no me hubiese querido mal. Como si mis dedos no fuesen cómplices de auto-estropicios. Y lo siento pero los hundo en mi tersa blancura como intentando disculparme con gesto de madre.

"Oye que..."

En ocasiones me encuentro en el espejo y María y su proyección parecen distintos cuerpos. Y, aún así, hago cualquier cara rara y me río. Y mi reflejo me enseña los dientes marfil. Lo siento, tal vez, por haberme dedicado muchas lluvias y relámpagos por causas injustificadas; por ser María y no brillar siempre. Por errar y no gustar, por rectificar, por ignorar; como cualquier ser humano, vamos.

Por una vez escribir me está consolando este despiece de figura. Me fundo en un abrazo de mí (para mí) y creo que ya lo he resuelto todo.

El invierno se avecina extrañamente largo pero lleno de amor propio.

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"Paradoja"

quiero hablar a todos de ti que tu nombre haga suyo el espacio y sepan entonces quién es esa mujer magnética y sencilla que a veces habita mi cuerpo. y también tengo la urgencia de ocultarlo todo con egoísmo y torpeza permitiendo acaso el susurro quedo de las letras por las que te llaman en un vago intento de que sepan que tu sendero sacudió el mío circunstancialmente y así el aire no contamina tu imagen de puro óxido y las palabras, siempre huecas y mundanas, no se equivocan al plasmar la esencia de la creación: sin dios ni leyes ni intérpretes ni visitas   levantándose a nuestro alrededor colosal.

Aclaro que quiero en exceso

Nadie me versa ni me besa ni me recita absolutamente nada. No me separo de mis libros de poesía porque me dan la vida que otros me quitan a golpes. Hace tiempo que no espero que me quieran a lo grande. No se dejan la piel por mí y la mía está hecha tiras. No me vale, no, no vale. Considero que los sentimientos han de ser como fuego a veces. Querer es sufrir un poco. Nunca he sabido querer sin excesos. Se me va la vida queriendo (en lo que tardo en coger aire, encarcelarlo y devolverlo al cuarto). Aún sigo esperando que Beatriz me lea en voz alta con la marea igual de alta de Murcia. (Hablaría del trasiego de las olas bravas y espumosas de fondo pero es algo casi inexistente en esos lares.) Escribo como si delirase; las palabras no encuentran ningún obstáculo para saltar del habitáculo de mi revuelta cabeza al papel. No las paro. No tengo fuerzas. Me compadezco de Lorca cuando dice "¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!". Es verdad, cuesta una tristez

El verde es oscuro.

Si no te van a estallar hasta los ventrículos de tanto quererme, no quiero que me quieras. Para eso yo ya sola me quiero. A medias, claro. Con esa especie de puntería distorsionada que nunca te permite acertar.   Y, aún así, lo intentas. Me frustra no poder describir la lentitud con la que el curso de las cosas está arrasando cualquier resquicio de luz con vistas a un futuro placentero (que hace tiempo que evito con todas mis fuerzas). Tengo miedo. Mis pies se convierten en esas raíces que van a parar al suelo y acidifican el terreno. Nacen hojas por mis piernas; se eleva esa prometedora enredadera que el jardinero mira con júbilo atragantándose con su vano mérito. Se retuerce por mis caderas con una fuerza atroz, la respiración se atrinchera en mis pulmones, mi frágil piel se viste de morado. Me doy cuenta de que cada vez estoy más verde y más anclada en algo que detesto. Recibo numerosos estímulos exteriores que me desagradan de sobremanera. Quiero huir, decido huir, me ahogo, no