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algo amenaza el mundo


algo amenaza con devorar el mundo
desdibuja a los seres de sus techos, amores y sueños
de sus mascotas, ocio y dolores
y los lanza a un espacio blanco, tranquilo y desesperante
lejos de los símbolos, códigos y  fe
lejos, en definitiva, de los mecanismos que anudan a los humanos a una realidad que intentan hacer suya

nada es nuestro
ni la economía ni las personas ni la casa que se alza junto al mar
no soportamos la fragilidad de ser fugaces
no poseer la savia que recorre el fondo de la tierra
no poder atrapar animales y árboles como si fuesen manzanas
que todo exista sin nosotros

entiendo tu angustia, íntima y universal
porque los años eclipsan lo que parecía nítido
y entonces cuestionas techos, dolores y fe
y amores y ocio y códigos
y  qué sé yo qué más

y te confieso que sueño, día a día, con una trascendencia que los dioses no me otorgan
nadando por este plano físico y mortal
por esta pecera que expando infinita hacia el sol
y me da igual no saber de nada si hay verdad en las imágenes, los verbos y las sillas
en los tejados, los libros y los escalones
si hay una irremediable certeza oculta en las manzanas.
                          

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"Paradoja"

quiero hablar a todos de ti que tu nombre haga suyo el espacio y sepan entonces quién es esa mujer magnética y sencilla que a veces habita mi cuerpo. y también tengo la urgencia de ocultarlo todo con egoísmo y torpeza permitiendo acaso el susurro quedo de las letras por las que te llaman en un vago intento de que sepan que tu sendero sacudió el mío circunstancialmente y así el aire no contamina tu imagen de puro óxido y las palabras, siempre huecas y mundanas, no se equivocan al plasmar la esencia de la creación: sin dios ni leyes ni intérpretes ni visitas   levantándose a nuestro alrededor colosal.

Aclaro que quiero en exceso

Nadie me versa ni me besa ni me recita absolutamente nada. No me separo de mis libros de poesía porque me dan la vida que otros me quitan a golpes. Hace tiempo que no espero que me quieran a lo grande. No se dejan la piel por mí y la mía está hecha tiras. No me vale, no, no vale. Considero que los sentimientos han de ser como fuego a veces. Querer es sufrir un poco. Nunca he sabido querer sin excesos. Se me va la vida queriendo (en lo que tardo en coger aire, encarcelarlo y devolverlo al cuarto). Aún sigo esperando que Beatriz me lea en voz alta con la marea igual de alta de Murcia. (Hablaría del trasiego de las olas bravas y espumosas de fondo pero es algo casi inexistente en esos lares.) Escribo como si delirase; las palabras no encuentran ningún obstáculo para saltar del habitáculo de mi revuelta cabeza al papel. No las paro. No tengo fuerzas. Me compadezco de Lorca cuando dice "¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!". Es verdad, cuesta una tristez

El verde es oscuro.

Si no te van a estallar hasta los ventrículos de tanto quererme, no quiero que me quieras. Para eso yo ya sola me quiero. A medias, claro. Con esa especie de puntería distorsionada que nunca te permite acertar.   Y, aún así, lo intentas. Me frustra no poder describir la lentitud con la que el curso de las cosas está arrasando cualquier resquicio de luz con vistas a un futuro placentero (que hace tiempo que evito con todas mis fuerzas). Tengo miedo. Mis pies se convierten en esas raíces que van a parar al suelo y acidifican el terreno. Nacen hojas por mis piernas; se eleva esa prometedora enredadera que el jardinero mira con júbilo atragantándose con su vano mérito. Se retuerce por mis caderas con una fuerza atroz, la respiración se atrinchera en mis pulmones, mi frágil piel se viste de morado. Me doy cuenta de que cada vez estoy más verde y más anclada en algo que detesto. Recibo numerosos estímulos exteriores que me desagradan de sobremanera. Quiero huir, decido huir, me ahogo, no