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Decadencia

Apenas acierto cuando desdibujo tu ropa y la tiro al suelo, ya sabes, como si solo me quedara una noche de vida. Y quisiera hacer volar por los aires las limitaciones, la moderación y las señales de precaución. En mis últimas horas me aguachinaría de vicio. Créeme. Calaría mi mente de luto, me guiaría la bombona de mi pecho. Chillaría que te quiero en cualquier arcén de metro rodeada de putrefactos corazones. Engulliría todos mis papeles para no dejar en un cajón las penas que sobrevuelan mis venas y se incrustan con frialdad.

Desaparece,
no,
así no,
no te muevas,
quédate siempre
digo.

Todos nos sentimos muertos,
somos ocasos en las manos incorrectas,
la crónica de un suicidio,
una cuerda rota.

Diría que no me importa.
Sé mentir,
a veces,
casi nunca,
en una urgencia premeditada.

Me censuro,
precinto mi ser,
bebo mucho café,
ataco a los partidos políticos
y me dejo llevar.

Todos desembocamos en el mismo sitio. No existe cielo o infierno alguno, simplemente los rozamos con el meñique de vez en cuando al salirnos de nuestra realidad ficticia. No pretendo que nadie me entienda. Puedo cambiar la misma frase setenta veces y referirme a lo mismo. No consigo nada por ello. La daga del amor sigue acorralandome con esa risa de catálogo. Si se va, vuelvo a buscarla escopetada. Necesito que me apuñale definitivamente, que deje los jodidos amagos de ruina infinita.

No quiero perderme por cualquier falda, ni que la mayoría de fragancias me envuelvan de deseo. Es mejor quemarse que apagarse lentamente. Ya lo dice Kurt Cobain.

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"Paradoja"

quiero hablar a todos de ti que tu nombre haga suyo el espacio y sepan entonces quién es esa mujer magnética y sencilla que a veces habita mi cuerpo. y también tengo la urgencia de ocultarlo todo con egoísmo y torpeza permitiendo acaso el susurro quedo de las letras por las que te llaman en un vago intento de que sepan que tu sendero sacudió el mío circunstancialmente y así el aire no contamina tu imagen de puro óxido y las palabras, siempre huecas y mundanas, no se equivocan al plasmar la esencia de la creación: sin dios ni leyes ni intérpretes ni visitas   levantándose a nuestro alrededor colosal.

Aclaro que quiero en exceso

Nadie me versa ni me besa ni me recita absolutamente nada. No me separo de mis libros de poesía porque me dan la vida que otros me quitan a golpes. Hace tiempo que no espero que me quieran a lo grande. No se dejan la piel por mí y la mía está hecha tiras. No me vale, no, no vale. Considero que los sentimientos han de ser como fuego a veces. Querer es sufrir un poco. Nunca he sabido querer sin excesos. Se me va la vida queriendo (en lo que tardo en coger aire, encarcelarlo y devolverlo al cuarto). Aún sigo esperando que Beatriz me lea en voz alta con la marea igual de alta de Murcia. (Hablaría del trasiego de las olas bravas y espumosas de fondo pero es algo casi inexistente en esos lares.) Escribo como si delirase; las palabras no encuentran ningún obstáculo para saltar del habitáculo de mi revuelta cabeza al papel. No las paro. No tengo fuerzas. Me compadezco de Lorca cuando dice "¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!". Es verdad, cuesta una tristez

El verde es oscuro.

Si no te van a estallar hasta los ventrículos de tanto quererme, no quiero que me quieras. Para eso yo ya sola me quiero. A medias, claro. Con esa especie de puntería distorsionada que nunca te permite acertar.   Y, aún así, lo intentas. Me frustra no poder describir la lentitud con la que el curso de las cosas está arrasando cualquier resquicio de luz con vistas a un futuro placentero (que hace tiempo que evito con todas mis fuerzas). Tengo miedo. Mis pies se convierten en esas raíces que van a parar al suelo y acidifican el terreno. Nacen hojas por mis piernas; se eleva esa prometedora enredadera que el jardinero mira con júbilo atragantándose con su vano mérito. Se retuerce por mis caderas con una fuerza atroz, la respiración se atrinchera en mis pulmones, mi frágil piel se viste de morado. Me doy cuenta de que cada vez estoy más verde y más anclada en algo que detesto. Recibo numerosos estímulos exteriores que me desagradan de sobremanera. Quiero huir, decido huir, me ahogo, no