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Mostrando entradas de 2018

El perdón

Érase una vez la historia de un perdón. Elaboré yo misma un bálsamo con el que despojarme de la frustración. Creo zambullirme en él para alejar de mi alma los desenlaces fatales. Por la espina dorsal asciende un rayo que enmudece mis sentidos y me perdona. No es misticismo. Conecto con la piel que recubre el hueso -mi hueso- y no soy tan ajena. Repaso mi silueta en el espejo y todas mis partes entran en comunión en una trinchera sin armas. No corren ríos de sangre. Desaparecen las hojas afiladas. En la historia de un perdón, tu agarre ya no me domina porque te arrebato el poder que crees tener. Y me doy cuenta de que somos iguales. Tú, yo y cualquiera. Si te dejo escalar, solo tratas de acariciar tu inexplicable ambición en la cima del pedestal. Pero aunque lo logres -aunque tu utopía parezca materializarse en mi cuerpo- está en mí mirarte de frente y no a los tobillos. No eres nada de eso. Se diluye tu autoridad en el momento en el que no acato ninguna de tus estúpidas reglas.

Piel con piel

Sueño con pieles incorpóreas y lejanas. Con la fusión de cuerpos que encajan sin protocolos. La brecha de un desajuste me aleja de todo lo que no controlo. Realizo un esquema paso a paso como limando mis asperezas. Planifico mis impulsos. Domo cualquier rebelde desliz. Oteo pieles desnudas desde la distancia. Un raciocinio imperdonable me colapsa. No sé qué es la pasión. Parezco Cortés, el estratega, en la América de la abundancia. Te acercas y esperas algo de mí y, no sé, en realidad, qué puedo darte. ¿Qué es lo que buscas? Salgamos de aquí. Huyamos de la herida burbujeante. No dejes que me pise los talones. ¿Cómo es la anarquía de cuerpos que juegan a encontrarse? ¿Cómo alguien se emborracha de deseo? Léeme un cuento mientras purifico mis entrañas. No dejes de hacerlo. Quédate cuando me tire en el colchón con la frustración en las venas. Cuando la voz se pierda en el aire y me amurallen fachadas invisibles. Quédate si una ansiedad me estrangula. Si un miedo irreconocible,

Babilonia

No rebases la línea desdibujada que separa cuerpo y cuerpo si no quieres ser otro experimento macabro más. Cantaré como una amenazante sirena en su bahía de lagunas. Querré pieles frescas, nuevos aromas. La causa incausable de mi maldad no será otra que mis carencias y mis malas gestiones emocionales. Mis ojos no abrasarán de deseo. Acaso parecerá que te miro maravillada y que tú eres la esplendorosa muralla de Babilonia elevandote frente a mí. Mi óptica se distorsionará y creeré, o me obligaré a creer, que te necesito para abrigar mi periferia y mi sangre con adobe pulido, con adobe benevolente. Con aquel que emana de tus tripas. No soy capaz de amarte. Caeré en dolorosas dudas y me compadeceré de ti como perro abandonado. Seré Penélope, tejiendo y destejiendo un entramado de exculpaciones para que me perdones, o mejor, para limpiarme de pecados. La imagen mental que creía que te retrataba no es otra que Pompeya. No soy capaz de amarte. Querrás un beso y mi lengua de fueg