No rebases la línea desdibujada que separa cuerpo y cuerpo si no quieres ser otro experimento macabro más.
Cantaré como una amenazante sirena en su bahía de lagunas. Querré pieles frescas, nuevos aromas. La causa incausable de mi maldad no será otra que mis carencias y mis malas gestiones emocionales.
Mis ojos no abrasarán de deseo. Acaso parecerá que te miro maravillada y que tú eres la esplendorosa muralla de Babilonia elevandote frente a mí.
Mi óptica se distorsionará y creeré, o me obligaré a creer, que te necesito para abrigar mi periferia y mi sangre con adobe pulido, con adobe benevolente. Con aquel que emana de tus tripas.
No soy capaz de amarte.
Caeré en dolorosas dudas y me compadeceré de ti como perro abandonado. Seré Penélope, tejiendo y destejiendo un entramado de exculpaciones para que me perdones, o mejor, para limpiarme de pecados.
La imagen mental que creía que te retrataba no es otra que Pompeya.
No soy capaz de amarte.
Querrás un beso y mi lengua de fuego barrerá cada una de tus calles italianas y luego observaré catatónica tus cenizas. Pero no lloraré, ni tu me llorarás. Ni siquiera estarás arrasado y me llamarás los sábados mientras el cargo de conciencia yace incrustado en mí para preguntarme que a ver cuándo nos vemos.
Cantaré como una amenazante sirena en su bahía de lagunas. Querré pieles frescas, nuevos aromas. La causa incausable de mi maldad no será otra que mis carencias y mis malas gestiones emocionales.
Mis ojos no abrasarán de deseo. Acaso parecerá que te miro maravillada y que tú eres la esplendorosa muralla de Babilonia elevandote frente a mí.
Mi óptica se distorsionará y creeré, o me obligaré a creer, que te necesito para abrigar mi periferia y mi sangre con adobe pulido, con adobe benevolente. Con aquel que emana de tus tripas.
No soy capaz de amarte.
Caeré en dolorosas dudas y me compadeceré de ti como perro abandonado. Seré Penélope, tejiendo y destejiendo un entramado de exculpaciones para que me perdones, o mejor, para limpiarme de pecados.
La imagen mental que creía que te retrataba no es otra que Pompeya.
No soy capaz de amarte.
Querrás un beso y mi lengua de fuego barrerá cada una de tus calles italianas y luego observaré catatónica tus cenizas. Pero no lloraré, ni tu me llorarás. Ni siquiera estarás arrasado y me llamarás los sábados mientras el cargo de conciencia yace incrustado en mí para preguntarme que a ver cuándo nos vemos.
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