Me siento afortunada. Hay momentos que son luz, te zarandeas en una cumbre idealizada, crees tener poder, tu corazón suena a risa. Nada te para, nadie se entromete, eres tú y tu energía. Rozas esponjosas nubes de placer con los dedos. Y te das cuenta de que la vida es más incoherente que tú. Respiras paradoja, te mueves a deshora, discuerdas entre el gentío. Somos cima y fosa. Aire e inigualable bochorno. Creo que hay que encontrar la armonía de las horas dulcemente caóticas. Tengo suerte. Conozco a personas que son la savia que necesita mi árbol pelado de hojas. No se van aún con quince motivos atados a la muñeca y la puerta delante. Y eso que desnudo con mi huracanado viento, y me cuelgo de sus ramas de puntillas, y lleno de quejas cualquier tronco, y les recuerdo que a poquitos soy comprensiva, y en exceso, tóxica. Por si no lo recordaban. Y siguen sin hacer las maletas. Las letras se han incrustado por to...