El pesado aire está colapsando mis pulmones. A duras penas respiro. La brisa se empieza a convertir en necio y árido polvo. Mi tragicomedia se ha atorado a una garganta desvalijada. Busco vida en mi epicentro, obviando que pronto la magnitud será de nueve. No hay forma más inútil de perder el tiempo. Me creo que salvarse es ordenar tropecientas veces lo mismo. Y no. Ni hablo ni escucho ni dejo que el viento me rodee. Es entonces cuando todo es más cutre que nunca. Cuando me oigo morirme y paso de largo. Sueno a canción de piano arrastrada por las olas. Ese es mi sitio, el no tener sitio. Siempre me fundo en el mismo cuerpo. Me lo llevo todo al infierno, luego lo dejo de nuevo volar, así, de esta manera, nunca me lo quedo. ¿Ves? ¿Me ves? Ya me he ido. Ya he huido. Ya estoy volviendo. La rutina me empapa de odio.
Escribo siempre sobre el mismo laberinto, sobre mi coherencia deshilachada, sobre tantos pasos en falso. Me repito más que la prensa rosa.
Sueño con pieles incorpóreas y lejanas. Con la fusión de cuerpos que encajan sin protocolos. La brecha de un desajuste me aleja de todo lo que no controlo. Realizo un esquema paso a paso como limando mis asperezas. Planifico mis impulsos. Domo cualquier rebelde desliz. Oteo pieles desnudas desde la distancia. Un raciocinio imperdonable me colapsa. No sé qué es la pasión. Parezco Cortés, el estratega, en la América de la abundancia. Te acercas y esperas algo de mí y, no sé, en realidad, qué puedo darte. ¿Qué es lo que buscas? Salgamos de aquí. Huyamos de la herida burbujeante. No dejes que me pise los talones. ¿Cómo es la anarquía de cuerpos que juegan a encontrarse? ¿Cómo alguien se emborracha de deseo? Léeme un cuento mientras purifico mis entrañas. No dejes de hacerlo. Quédate cuando me tire en el colchón con la frustración en las venas. Cuando la voz se pierda en el aire y me amurallen fachadas invisibles. Quédate si una ansiedad me estrangula. Si un miedo irreconocible,...
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