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Palabrería

Naces y chillas tan fuerte que tu propio lamento inunda la habitación. Te observan con una mezcla de admiración y felicidad intensa y se turnan para cogerte en brazos.

Una vida más, el inicio de una vela.

Todos y cada uno de nosotros somos como velas amarillentas que se consumen desde el minuto cero; hasta que la llama termina con su absurdo ciclo vital.
Indago en el tema con poca madurez, quizá me quiero creer que no somos simples seres con una vida en la que el final se encuentra programado. Me imagino que la vela está sincronizada con el órgano que bombea incesantemente sangre a un lado y a otro. Si el miembro clave de nuestra entraña se rinde, abandonamos rápidamente el acomodado hogar de los mortales, pero no sus mentes. Y adiós a la vela.

Se despiden de ti y suena tu canción preferida. Escuchas con una sonrisa tonta cada acorde del piano y la voz de la cantante se apodera de tu mente. Se creen que porque tu vela ha desistido, no estás vivo. Pero se equivocan. 

Finalizas un viaje para meterte de lleno en otro. Tu famoso miedo al olvido ya no te afecta, abandonas tu figura de alma desasosegada. Y te dedicas a soñar, tanto dormido como despierto. Imaginas cosas infantiles e incluso banales sin que nadie las juzgue. Ya no existe el estrés, ni los gritos. Tampoco los quehaceres.
Tu vida se ha completado de forma satisfactoria y obtienes tu recompensa. Y entonces te das cuenta de que eres más fuerte que nunca y no necesitas velas que te iluminen porque tú eres quién debe de llenar de luz los rincones vacíos.

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"Paradoja"

quiero hablar a todos de ti que tu nombre haga suyo el espacio y sepan entonces quién es esa mujer magnética y sencilla que a veces habita mi cuerpo. y también tengo la urgencia de ocultarlo todo con egoísmo y torpeza permitiendo acaso el susurro quedo de las letras por las que te llaman en un vago intento de que sepan que tu sendero sacudió el mío circunstancialmente y así el aire no contamina tu imagen de puro óxido y las palabras, siempre huecas y mundanas, no se equivocan al plasmar la esencia de la creación: sin dios ni leyes ni intérpretes ni visitas   levantándose a nuestro alrededor colosal.

Aclaro que quiero en exceso

Nadie me versa ni me besa ni me recita absolutamente nada. No me separo de mis libros de poesía porque me dan la vida que otros me quitan a golpes. Hace tiempo que no espero que me quieran a lo grande. No se dejan la piel por mí y la mía está hecha tiras. No me vale, no, no vale. Considero que los sentimientos han de ser como fuego a veces. Querer es sufrir un poco. Nunca he sabido querer sin excesos. Se me va la vida queriendo (en lo que tardo en coger aire, encarcelarlo y devolverlo al cuarto). Aún sigo esperando que Beatriz me lea en voz alta con la marea igual de alta de Murcia. (Hablaría del trasiego de las olas bravas y espumosas de fondo pero es algo casi inexistente en esos lares.) Escribo como si delirase; las palabras no encuentran ningún obstáculo para saltar del habitáculo de mi revuelta cabeza al papel. No las paro. No tengo fuerzas. Me compadezco de Lorca cuando dice "¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!". Es verdad, cuesta una tristez

El verde es oscuro.

Si no te van a estallar hasta los ventrículos de tanto quererme, no quiero que me quieras. Para eso yo ya sola me quiero. A medias, claro. Con esa especie de puntería distorsionada que nunca te permite acertar.   Y, aún así, lo intentas. Me frustra no poder describir la lentitud con la que el curso de las cosas está arrasando cualquier resquicio de luz con vistas a un futuro placentero (que hace tiempo que evito con todas mis fuerzas). Tengo miedo. Mis pies se convierten en esas raíces que van a parar al suelo y acidifican el terreno. Nacen hojas por mis piernas; se eleva esa prometedora enredadera que el jardinero mira con júbilo atragantándose con su vano mérito. Se retuerce por mis caderas con una fuerza atroz, la respiración se atrinchera en mis pulmones, mi frágil piel se viste de morado. Me doy cuenta de que cada vez estoy más verde y más anclada en algo que detesto. Recibo numerosos estímulos exteriores que me desagradan de sobremanera. Quiero huir, decido huir, me ahogo, no