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Dolores de cabeza

Somos marionetas de trapo que respiramos y demostramos una exacerbada necesidad de exteriorizar sentimientos que no van a parar a ningún lado. Si al fin y al cabo las palabras se las lleva el viento, aunque se queden grabadas en la mente como cicatrices que mágicamente sangran. Porque por decir, puedo soltar lo que me plazca. ¿Y nosotros? También nos vamos con el viento. Como si fuéramos figuras de compleja papiroflexia. Los días transcurren sin descansar ni un solo instante, queriendo correr para llegar a una meta indefinida. Porque hasta el tiempo es inmaterial como las estaciones. Maldito calor el de agosto. Cuando te paras a pensar en todo aquello que no ves te toman por loco. Ya te lo dijo la muchacha del vestido estampado.-No pienses y disfruta de la vida-. ‘No pienses’, que vaga suposición. Todo dentro de mí me obliga a congelar el tiempo y a observar hasta el primer brote coloreado que anuncia la primavera. Y es de tontos buscar respuestas a cuestiones con poco sentido. Un día todo lo amargo me llamará a voces, para que lo busque, para que halle la recompensa. Y eso no durará mucho tiempo. Somos esa clase de marionetas efímeras que sueñan con ser mariposas. Ves esas frágiles alas volando hacia el infinito mientras estás atado a unas cuerdecillas agarradas por unas manos que te manejan. Y que pueden ser cortadas con un golpe en seco. Lo que bastó para matarle o tal vez para cumplir su deseo de volar como un ángel que carece de alas. Me cuesta creer que un día todas las escalas de grises se transformarán en el color de la esperanza o que nada sabrá salado. No todo Romeo presume de una bella Julieta ni toda Julieta de un apuesto Romeo. Y no todos tienen por qué matar por un amor destartalado. Qué angustia la mía cuando intentáis que me crea que tenemos un alma gemela, ¿qué ocurre con los calcetines desparejados? ¿No puedo ser uno de ellos acaso? Ayy con las marionetas. Todas iguales aún con sus defectos de fábrica. Y quizá el mío ha sido nacer reencarnada en un calcetín desparejado con las cuerdas cruzadas que ha dejado de creer en que el amor dura más que el polvo. Ilusos. Mejor ser la marioneta negra de la jauría y tomar la iniciativa a seguir a los otros seres de pelos revueltos. Y si me caigo a un pronunciado precipicio, será mi error. Mío al cien por cien. Para levantarme de nuevo, sola, y aspirar a cimas más altas.

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