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Propósitos estúpidos en fechas estúpidas.

Me niego a ver como las arrugas sacuden teces que no tienen la culpa de que el tiempo actúe a su antojo. No quiero visualizar seres consumidos, y pensar que yo también me voy perdiendo con ellos en un camino sin retorno.

Si la envidia llama a la puerta voy a impedir que corra hacia mi cabeza envenenada aunque reviente el timbre indignada.


No soy libre, pido no ser controlada por culpas innecesarias que me hacen pagarla, y no con la cartera, que está llena de nada. La nada más absoluta. Vivimos en la nada, rotando alrededor de algo como un tiovivo, en una estancia llena de nada, sin vida. La nada, lo que uno preferiría sentir al ver a quién quiere bajo otras sábanas, en lugar de un amor desproporcionado que no tiene un final de película americana.

Necesito mirar ojos limpios que no guarden secretos ocultos en sonrisas hipócritas. O tal vez suicidas. Purificarse es algo más que sufrir por dietas. O eso creo creer. Es ver todo con los ojos del sábado y con la sensatez de los martes.

Apreciar a alguien o algo y no perderlo, que me deje ese bono de errores por si a menudo no sé querer como debería. Que no se pire rápido, te deje solo y con todos esos fallos que desearía ahogar en piscinas de veinte metros de profundidad. No ser yo el peso que al tirarse de cabeza se ahogue por la concentración de éstos. Así que nada, me quedaré bebiendo zumos concentrados en vitaminas a ver si algo se cumple.

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