Esta mañana podría decirse que no he hecho muecas ante el espejo. Ni me he palpado el costado. Y os aseguro que tengo un hueco atravesado.
Nadie va a contar los gramos de anatomía que me faltan. O a rellenar con besos los pliegues de mi pijama.
La solución (de todo este lío) se ha zambullido en la sección de problemas de un libro de matemáticas, sabiendo lo mal que despejo ecuaciones.
La vida se ríe de mí, ¿lo oís?
El desamor me erosiona en todos los intentos fallidos de amor y la incertidumbre de deshojar margaritas está arrasando el campo entero.
Las oportunidades intentan llegar a mi portal,
se quedan en la esquina
y son barridas por los servicios municipales.
Triste ciclo. Triste yo.
Quiero mal y solo a ratos, así que, ¿qué voy a recibir? ¿me compro un libro de tontos que me enseñe cómo amar paso a paso? Gran gasto de dinero sería.
Nadie elige "estar", y "ser" pasa a ser el verbo principal. Ser esto, ser lo otro. ¿Puedo dejar de ser un poco?
El mundo me huele a pañales usados. No voy a seguiros porque me empacháis con tanto interés disfrazado de simpatía. Mejor empacharse de tarta, no con vuestras palabras o actos indigeribles.
Qué pena que irse a menudo sea volver de nuevo.
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