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Amor maldito

Puede que la solución sea despojarme de deseo. Arrasar mi propio cauce, desbordarme, que mi caudal reviente y con él se disipen las contrariedades. (Pero, ¿cómo? Yo soy la mayor contrariedad. Mi defecto más aceptado.) Entonces, no escucharía cómo la escacharrada bombona de sangre centrifuga mis aristas. La paz me acariciaría los dedos de los pies con prudencia, no sentiría el ímpetu de lanzarme sin prever las consecuencias. El murmullo del sueño me acorrala. Parece que algo va a estallar sin estallar nunca. ¿Me explico? Bueno, en verdad me da igual no hacerme entender.

Escucho mi propia cuenta atrás decreciendo y estirándose -como las mareas- sin reventar nunca. Ven y termina de ahumarme de negro con tu luz celestial. No me rompas a medias. Tan involuntarios tus actos cotidianos. Tan involuntaria mi pena. Corre. Hazlo al completo. Quiero ser las trizas de una hoguera, la última exhalación de la muerte, oler a madera vieja y luz rota. Ser la triste morada de una estrella, un anaranjado atardecer manchado de sangre. Esa ola que se lleva por delante cualquier acantilado en calma y toda una lista de ojalá's. Recordarte lo justo. Embestir contra la vida y ganarla.

No sé disimular
ni escribir
ni improvisar.
Estoy demasiado entretenida planificando cataclismos. Imaginando a cuanta intensidad asciende cada palo. Qué agonía con sabor a miel. Cuánto hastío. Cuánta pasión. Cuánto contacto negado.

Nadie comprende. Tampoco las malditas, inertes y estúpidas hojas. Me limito a plasmar mi estela desbaratada. Son el lecho de mis miles de defunciones y renaceres.

No quiero amor. Soy espontánea, supongo. Prefiero que éste explote a mi vera mientras me río si sus vísceras  aterrizan contra el suelo. Que explote y muera explotando. Y deje toda su sangre en el pavimento. Y que los enamorados canten grosero a sus cutres amadas. Y seguirán, cómo no, sonando solitarios suspiros entrecortados en mi cuarto. Que siempre es la misma película. Que siempre soy lo mismo. La misma.   Aislarle, privarle de bocas y susurros con olor a carmín.
       En definitiva,
          quiero que el amor  
               sufra tanto como yo.

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