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"Solo me queda la ceniza. Nada. Absuelto de las máscaras que he sido, seré en la muerte mi total olvido."-Jorge Luis Borges.

El escandaloso viento te paraliza el cuello. Rebates el uso de guantes y tus nudillos lloran sangre seca. El pelo se descoloca con rebeldía de su sitio. Te hundes en una monotonía trastornada, tangible y abrumadora. Existencia superflua. Cutre contingencia. Levantas una montaña de libretas estampadas y vírgenes. No encuentras un signo, una señal, tampoco un libro que te cautive. Se acumulan antologías de poemas sueltos. Libros de posguerra olvidados, angustiosos, solitarios.
Solitaria de ti. Qué bien se te da deslizarte entre las sábanas con los ojos cerrados y las venas marcadas. Qué bien se te da buscar en sitios que no albergan absolutamente nada. Eres indómita. No eres la lolita de papel de nadie.
Escribes por impulso. No buscas concordancia. Ni sentimiento. Ni sentido. No buscas nada.
La vida es la marea que arrastra todo lo que un día creíste tuyo. Pero no, nada te pertenece, cielo mío. Parece acercarse pero es independiente, gira en diferentes radios y no te necesita, no te necesita, no. Te necesitas tú, más que nunca.
Andas a deshora, el aire está contaminado y la nicotina te arrastra. Te pierden curvas que parecen lejanas. O peor, te pierden curvas que son imposibles. Imposibles, imposibles. Sigues sin aceptarlo. Te quedas en segundo plano en la propia historia que te inventas.
El tiempo se muere entre tus dedos, qué novedad. Tiene la enfermedad irreversible de expirar. Enfermo y calculador. Te concede lo que le parece conveniente y te acaba arrebatando todo. La marea conduce mar adentro todo menos los complejos, en resumen. Has de saberlo.
Qué vas a saber de amor. Si miras a las parejas con mirada incisiva. Si huyes de cualquiera que se te acerca con intenciones de quitarte todo menos los miedos. Si solo te declaraste una vez y el resultado fue nefasto. Y te quedaste en medio de la acera con una nota perfumada con el "no" rodeado y las ganas apaleadas.

Comentarios

  1. Sencillamente genial. Esta entrada me ha llegado muy adentro. Gracias por escribir

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    1. No había visto el comentario!! Gracias a ti por leerlo, de verdad.

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"Paradoja"

quiero hablar a todos de ti que tu nombre haga suyo el espacio y sepan entonces quién es esa mujer magnética y sencilla que a veces habita mi cuerpo. y también tengo la urgencia de ocultarlo todo con egoísmo y torpeza permitiendo acaso el susurro quedo de las letras por las que te llaman en un vago intento de que sepan que tu sendero sacudió el mío circunstancialmente y así el aire no contamina tu imagen de puro óxido y las palabras, siempre huecas y mundanas, no se equivocan al plasmar la esencia de la creación: sin dios ni leyes ni intérpretes ni visitas   levantándose a nuestro alrededor colosal.

Aclaro que quiero en exceso

Nadie me versa ni me besa ni me recita absolutamente nada. No me separo de mis libros de poesía porque me dan la vida que otros me quitan a golpes. Hace tiempo que no espero que me quieran a lo grande. No se dejan la piel por mí y la mía está hecha tiras. No me vale, no, no vale. Considero que los sentimientos han de ser como fuego a veces. Querer es sufrir un poco. Nunca he sabido querer sin excesos. Se me va la vida queriendo (en lo que tardo en coger aire, encarcelarlo y devolverlo al cuarto). Aún sigo esperando que Beatriz me lea en voz alta con la marea igual de alta de Murcia. (Hablaría del trasiego de las olas bravas y espumosas de fondo pero es algo casi inexistente en esos lares.) Escribo como si delirase; las palabras no encuentran ningún obstáculo para saltar del habitáculo de mi revuelta cabeza al papel. No las paro. No tengo fuerzas. Me compadezco de Lorca cuando dice "¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!". Es verdad, cuesta una tristez

El verde es oscuro.

Si no te van a estallar hasta los ventrículos de tanto quererme, no quiero que me quieras. Para eso yo ya sola me quiero. A medias, claro. Con esa especie de puntería distorsionada que nunca te permite acertar.   Y, aún así, lo intentas. Me frustra no poder describir la lentitud con la que el curso de las cosas está arrasando cualquier resquicio de luz con vistas a un futuro placentero (que hace tiempo que evito con todas mis fuerzas). Tengo miedo. Mis pies se convierten en esas raíces que van a parar al suelo y acidifican el terreno. Nacen hojas por mis piernas; se eleva esa prometedora enredadera que el jardinero mira con júbilo atragantándose con su vano mérito. Se retuerce por mis caderas con una fuerza atroz, la respiración se atrinchera en mis pulmones, mi frágil piel se viste de morado. Me doy cuenta de que cada vez estoy más verde y más anclada en algo que detesto. Recibo numerosos estímulos exteriores que me desagradan de sobremanera. Quiero huir, decido huir, me ahogo, no