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Cartas

Un iris que me mira, se expresa, chilla, empapa, rompe y reconstruye cuerpos. Que se disfraza de colores según la estación o la meteorología. Y aún así deleitan hasta al más invidente.
Unos labios que piden conquista o guerra, es dudoso. Finos, nunca pintados de colores fuertes porque son capaces de levantar fortalezas por si solos. Que sueltan aclaraciones inútiles para romper el denso silencio pero elegantes en momentos serios.
Preciosa con kilos de más o de menos. Poco importan sus vicios.
Sin curvas de vértigo. Varía en cuanto a las musas de un escultor y el resto de sus oficios. 
Y preciosa- ¡Maldita sea!- preciosa, y lo repito.
Con abrazos de libros de fantasía. De estos de los que dejas de tocar el suelo y obvias hasta la mayor hecatombe mundial.
No sé si con un corazón o una coraza. Ama a lo loco y se deja querer solo a ratos.
El fin de una mortífera guerra. La X de la ecuación más compleja. El salvavidas del naufragio. La esperanza de recuperarse de una enfermedad. Mejor que un granizado en verano y un chocolate ardiente en invierno. El vino de un cáliz. Los sueños de un niño. La melodía de una canción. Las dos palabras intercambiadas entre dos íntimos que no se ven hace años. La flor de las malas hierbas. El oasis de un  desierto. El llegar a la primera a un sitio desconocido. La valentía de un sujeto como Tarzán. 
En unas cuantas líneas no cabe nada. 
Demasiado inconformismo.

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