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Rutina.

Dice Neruda que puede escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo, que la noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.
Efectivamente, miro y en el cielo hay minúsculos boquetes brillantes pero nada demasiado poético. Huele a suspiros que se han confundido con el aire y a desamor en su versión más cómica. Las muecas y gestos son figuras talladas que expresan emociones. En la piel hay marcados recuerdos, de poco nos sirve aprender las partes de la dermis y la epidermis. A mi derecha está la Calle Melancolía porque guarda toda clase de misterios en sus recovecos y a la vez me resulta simple y estúpida. Parece que hay que darse prisa y salir de ella, que mis ganas suban de porcentaje. El frío hiela y resulta sedante, es la figura pasiva que te congela los dedos para que no puedas escribir, ¡qué sofisticado! Las mismas tiendas y parques, las mismas esquinas. La farola que nunca alumbra. Las casas que parecen prisiones. El intento de rotonda expectante. La necesidad de atrapar libros nuevos en los cajones de la mesilla. Los abrazos que me deben y no llegan a hacer contacto con mi cuerpo. Las llamadas perdidas. O lo dicho y que se pierde, como yo al hablar sola esperando que la Luna me haga caso. 
O seguir andando porque quiero hacer camino, y se hace camino al andar.

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"Paradoja"

quiero hablar a todos de ti que tu nombre haga suyo el espacio y sepan entonces quién es esa mujer magnética y sencilla que a veces habita mi cuerpo. y también tengo la urgencia de ocultarlo todo con egoísmo y torpeza permitiendo acaso el susurro quedo de las letras por las que te llaman en un vago intento de que sepan que tu sendero sacudió el mío circunstancialmente y así el aire no contamina tu imagen de puro óxido y las palabras, siempre huecas y mundanas, no se equivocan al plasmar la esencia de la creación: sin dios ni leyes ni intérpretes ni visitas   levantándose a nuestro alrededor colosal.

Mi pájaro

“Se olvida pronto, se olvida el sudor tantas noches, la nerviosa ansiedad que amarga el mejor logro llevándonos a él de antemano rendidos sin más que ese vacío de llegar, la indiferencia extraña de lo que ya está hecho."- Gil de Biedma. Me he bañado en arcilla de rassoul y coco y, al rato, la pena ha anidado en mi garganta. Las ramas han herido con violencia a mi pájaro azul, instigándole a pronunciar aturdidas sílabas. Inevitablemente me he acordado de Bukowski: "hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy duro con él, le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres montarme un lío? ¿es que quieres fastidiar mis obras? ¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros en Europa?" Mi pájaro ha cedido. Se ha manifestado con un grito ahogado a la hora de comer carne guisada. Me saturo dentro de mi pellejo. No soy capaz de analizar, pensar, objetar nada al respecto. Más que felicidad quiero ser la calma de las olas. Olas libres y es

Aclaro que quiero en exceso

Nadie me versa ni me besa ni me recita absolutamente nada. No me separo de mis libros de poesía porque me dan la vida que otros me quitan a golpes. Hace tiempo que no espero que me quieran a lo grande. No se dejan la piel por mí y la mía está hecha tiras. No me vale, no, no vale. Considero que los sentimientos han de ser como fuego a veces. Querer es sufrir un poco. Nunca he sabido querer sin excesos. Se me va la vida queriendo (en lo que tardo en coger aire, encarcelarlo y devolverlo al cuarto). Aún sigo esperando que Beatriz me lea en voz alta con la marea igual de alta de Murcia. (Hablaría del trasiego de las olas bravas y espumosas de fondo pero es algo casi inexistente en esos lares.) Escribo como si delirase; las palabras no encuentran ningún obstáculo para saltar del habitáculo de mi revuelta cabeza al papel. No las paro. No tengo fuerzas. Me compadezco de Lorca cuando dice "¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!". Es verdad, cuesta una tristez