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Rutina.

Dice Neruda que puede escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo, que la noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.
Efectivamente, miro y en el cielo hay minúsculos boquetes brillantes pero nada demasiado poético. Huele a suspiros que se han confundido con el aire y a desamor en su versión más cómica. Las muecas y gestos son figuras talladas que expresan emociones. En la piel hay marcados recuerdos, de poco nos sirve aprender las partes de la dermis y la epidermis. A mi derecha está la Calle Melancolía porque guarda toda clase de misterios en sus recovecos y a la vez me resulta simple y estúpida. Parece que hay que darse prisa y salir de ella, que mis ganas suban de porcentaje. El frío hiela y resulta sedante, es la figura pasiva que te congela los dedos para que no puedas escribir, ¡qué sofisticado! Las mismas tiendas y parques, las mismas esquinas. La farola que nunca alumbra. Las casas que parecen prisiones. El intento de rotonda expectante. La necesidad de atrapar libros nuevos en los cajones de la mesilla. Los abrazos que me deben y no llegan a hacer contacto con mi cuerpo. Las llamadas perdidas. O lo dicho y que se pierde, como yo al hablar sola esperando que la Luna me haga caso. 
O seguir andando porque quiero hacer camino, y se hace camino al andar.

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