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Dorsal nº135

Puede que los días se me repitan casi tanto como la cena de Nochevieja. 

El cielo está envuelto en un vestido de gala gris. 

Y yo estoy gris. 
Y brillo como si fuera metálica. 
Es el color de la poca resolución, define el todo o la nada, no sé. Otro 'no sé' más para la lista de 'no sé's'. Me he quedado atrapada en unos versos de Benedetti y añoro lo que me cuesta tratar si llega. 

Me pregunto si no pensaron con antelación que al darme un trozo de vida lo condenaría al caos. Si no pensaron que mi mejor sonido es el silencio y mis mejores actos los que no pretenden nada. Nado para escapar y la corriente me devuelve a mí misma. Me pregunto si no pensaron en ponerme el alma en el estómago. Me sigo preguntando si no se preguntaron el por qué de tener el cuerpo presente y la cabeza en las nubes. Qué paranoico.


Me voy a tomar una pastilla para ver si amaina el pensar. 

Otra por si la soledad no afloja el ritmo. 

No quiero conjugar con nadie el verbo amar si voy a acabar aún más perdida en un pluscuamperfecto.


El ¨paren esto que me bajo¨ dura dos cuartos de hora, los dos restantes sirven para volver en sí como quién despierta de un coma y se salta todas las comas sin importarle. El folio se llena de letras a las que le faltan dos primaveras como mínimo, pero las acepta porque es su labor, mi prisionero, el esclavo de los desastres hechos palabras. 


Digamos que soy el dorsal 135. Mis imperdibles están oxidados y me paro en cualquier esquina si me entra sed. Soy ese tipo de dorsal que acaba en otra calle para evitar la carrera y sus sacrificios y que vuelve a correr para que no sea su mente la que le sacrifique por cobarde. 

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