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Ultimátum

Mis clavículas son precipicios en los que corres peligro, abandona. Es probable que te enredes en mis cabellos oscuros y te apeste el olor a champú. Te caigas en seco por mi espalda y no sea el tobogán que te libere del chichón. Aún herido, vagarás por mis piernas largas y difíciles de atravesar, entre la espada y la pared, el salvavidas o yo. Porque no seré capaz de salvarte y lo sabes, asúmelo. Mis dedos llegarán, como siempre, nueve segundos después del impacto. Otro golpe tuyo que me duele a mí el doble. Contemplas mis uñas y, dentro de lo que cabe, están dispuestas. Sin embargo te sientas encima de la más desgastada. En mis nudillos se han levantado dunas secas y algo coloradas. Precaución, no te mueras de sed entre tantos miles de desiertos.  Pero no, te pegas a mi ropa como queriendo hacerla trizas. Te subes por el cuello. Me hablas. Me giro. Me lo repites, te miro y me río para llenar el aire de sonidos. Te acercas tanto que me tapo la cara hasta dejar de reflejarme en unos ojos tan profundos. Y ni por esas desvías la mirada. Tu cabezonaría me oprime y a la vez me sorprendo de que no estés ya a dos millas de mi cuerpo.
- Vete o saldrás roto.
- Entendido, pues me quedo.

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"Paradoja"

quiero hablar a todos de ti que tu nombre haga suyo el espacio y sepan entonces quién es esa mujer magnética y sencilla que a veces habita mi cuerpo. y también tengo la urgencia de ocultarlo todo con egoísmo y torpeza permitiendo acaso el susurro quedo de las letras por las que te llaman en un vago intento de que sepan que tu sendero sacudió el mío circunstancialmente y así el aire no contamina tu imagen de puro óxido y las palabras, siempre huecas y mundanas, no se equivocan al plasmar la esencia de la creación: sin dios ni leyes ni intérpretes ni visitas   levantándose a nuestro alrededor colosal.

Prisas

Ayer la lluvia invadió con violencia las calles de Madrid. Hoy he conseguido otear alguna que otra gota y he sacado de la manga un verdusco paraguas sin gracia. A mí, sin embargo, me invade el nerviosismo con la misma violencia con la que la borrasca se abría paso entre las aceras. Soy inercia o un saco de nervios tan desaliñado que quemo. No, no dejéis que la pasividad os atropelle. No confiéis en su mirada pura e inocente. A fin de cuentas es una víbora (y yo el blanco más fácil del siglo). Escribir es palparte los boquetes con el dedo índice y escupir el tormento. En mi caso, claro. Es salvavidas, pozo y tachones. No pretendo nada. Son las palabras las que me buscan mientras yo intento concentrarme en mi maraña de quehaceres. Y siempre, siempre ganan. Chillan en mi tímpano que desean ser plasmadas; yo las lanzo contra el papel sin apenas pensar. Lo recalco. No lo busco. Surge. Hablo de la misma química que nac...

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No rebases la línea desdibujada que separa cuerpo y cuerpo si no quieres ser otro experimento macabro más. Cantaré como una amenazante sirena en su bahía de lagunas. Querré pieles frescas, nuevos aromas. La causa incausable de mi maldad no será otra que mis carencias y mis malas gestiones emocionales. Mis ojos no abrasarán de deseo. Acaso parecerá que te miro maravillada y que tú eres la esplendorosa muralla de Babilonia elevandote frente a mí. Mi óptica se distorsionará y creeré, o me obligaré a creer, que te necesito para abrigar mi periferia y mi sangre con adobe pulido, con adobe benevolente. Con aquel que emana de tus tripas. No soy capaz de amarte. Caeré en dolorosas dudas y me compadeceré de ti como perro abandonado. Seré Penélope, tejiendo y destejiendo un entramado de exculpaciones para que me perdones, o mejor, para limpiarme de pecados. La imagen mental que creía que te retrataba no es otra que Pompeya. No soy capaz de amarte. Querrás un beso y mi lengua de fueg...