Tengo ganas de saborear el riesgo con un cuerpo de papel reciclado.
Que la lluvia abra surcos entre mis piernas y las curvas descompensen mi peso
sin llegar al estrépito fatal.
A la primera debo salir ilesa.
Sino la estampa de la trama se quedaría a medio imprimir.
Hay tiempo de sobra que perder en prólogos-llenos de nada que contar-y firmas con una pluma anticuada
hasta que la tinta traspase memorias.
No, cielo,
no,
hoy no es el día.
No te fijes en el ruido de los trenes.
Mucho menos en cómo su velocidad te alborota el pelo.
Cruza por un puente de aire,
sin pensar,
desmelenada,
ya sabes, loca de atar,
rápido,
se acerca,
el arcén está a un brinco.
Somos pájaros ciegos con ímpetu en las alas.
Tentar con un trance irreversible para encontrar la manera menos devastadora de arriesgar
no es lo idóneo.
Y qué hacer si eres destrucción,
y al acercarte, rompes
y al irte, resquebrajas
y causas shocks peores
que el del Rey Midas
cuando vio a su hija dorada.
Solo sé que para soñar
no necesito gafas caras
o camas de dos metros de largo
con cabeceras de infarto.
Y es que
me apetece quitarme las bragas
en un acto de reverencia
ante las rimas más malas
...
"perdidas en las sábanas
de algún olvidado
libro de poemas,
uno que me folle el alma
y me haga reír
como ese niño de la calle,
ese que arde
en su propio mundo
y se evade del resto,
pero no llega
a consumirse
con las llamas."
Beatriz
rellenando mis versos (que tienen más prosa que los cuentos),
y es que me evado con el niño
porque cuando me escribes,
tocas mi alma helada
con la mano más cálida.
Aún sin estar inspirada sigo escribiendo. Tiene narices.
¿Se le puede llamar mérito
a dar vueltas entre tanta maraña de sandeces
y,
ser la típica actriz transeúnte
en una película con mi nombre de título?
En el fútbol siguen con los escupitajos y los goles. Poco más hay que añadir.
Me bajo de aquí.
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