Quiero acariciarte el pelo mientras te digo que la vida podría ser menos puta si mi cuerpo roza el tuyo. Desgastarte la piel y los miedos. Que los zarandeos me permitan hacer una instantánea rápida de Pisa en tu cama. Anidar en tu pecho como un pájaro indefenso al que se le renuevan las alas con el traqueteo de tus latidos. Frío en la calle, nuestro empeño en una mágica combustión. Tirar la manta por la ventana y ver en bragas cómo se luce la Luna esa noche. O más bien, cómo lo intenta.
Su brillo triplicado no supera tu figura despeinada impregnada de sudor.
Ni cuadriplicado
ni quintuplicado
ni sextuplicado.
Y no sé cómo es con el número siete.
Aún así,
hazte a la idea.
quiero hablar a todos de ti que tu nombre haga suyo el espacio y sepan entonces quién es esa mujer magnética y sencilla que a veces habita mi cuerpo. y también tengo la urgencia de ocultarlo todo con egoísmo y torpeza permitiendo acaso el susurro quedo de las letras por las que te llaman en un vago intento de que sepan que tu sendero sacudió el mío circunstancialmente y así el aire no contamina tu imagen de puro óxido y las palabras, siempre huecas y mundanas, no se equivocan al plasmar la esencia de la creación: sin dios ni leyes ni intérpretes ni visitas levantándose a nuestro alrededor colosal.
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