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A(f/d)ic(c)ión.

Voy a ser concisa.

›Nací en noviembre,
el día catorce,
en un burruño de sábanas blancas
y olor a maternidad.

¿Ya me he descrito?

›Odio la vida
y también la amo
y me ato a ella
como pez al mar.

›Tengo dos Nerudas,
un disco digital,
una figurilla de la Torre Eiffel
y un cactus de ganchillo.

›El desamor
ha mojado de distancia
los cuerpos,
mi buena suerte y las ganas.

›No tengo canción favorita,
ni bailo el agua
ni bailo a alguien
ni alguien me baila.

›Me gustan las letras,
no soy poetisa,
no sé rimar
y aún así planto versos (malos).
        Rectifico:
›Me buscan las letras,
me obligan a recrearme,
tengo mono de abstinencia
por lo que planto versos (malos).

La prosa me toca el pelo para que acaricie letra a letra todos sus recodos.
Soy una mandada (por desgracia).

Maldita escritura que, en vez de coser, despedaza.

No sé de dónde salen las heridas. Soy experta en abrir boquetes. Seguro.

Subo por una escalera de peldaños como cornisas que dan al fracaso. Todo es tan abrupto que no hay lugares de descanso a la vista.
Mi alma escarpada, corta. Fría con desiertos de cincuenta grados. Acostumbro a quemar todo y a huir con mis errores congelados bajo el brazo.

Voy a ser concisa.

La gente,
vive;
la gente triste
escribe mientras vive.

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